jueves, 17 de enero de 2019

LECTURA COMPLEMENTARIA En nombre de Boby



En nombre de Boby
(Fragmento)





      Ayer cumplió los ocho años, le hicimos una linda fiesta y Boby estuvo contento con el tren de cuerda, la pelota de fútbol y la torta con velitas. Mi hermana había tenido miedo de que justamente en esos días viniera con malas notas de la escuela pero fue al revés, mejoró en aritmética y en lectura y no había motivo para suprimirle los juguetes, al contrario.
Le dijimos que invitara a sus amigos y trajo al Beto y a Juanita; también vino Mario Panzani, pero se quedó poco porque el padre estaba enfermo. Mi hermana los dejo jugar en el patio hasta la noche y Boby estrenó la pelota, aunque las dos teníamos miedo de que nos rompieran las plantas con el entusiasmo.     
Cuando fue la hora de la naranjada y la torta con velitas, le cantamos a coro el “apio verde” y nos reímos mucho porque todo el mundo estaba contento, sobre todo Boby y mi hermana; yo, claro, no dejé de vigilar a Boby y eso que me parecía estar perdiendo el tiempo, vigilando qué, si no había nada que vigilar; pero lo mismo vigilando a Boby cuando él estaba distraído, buscándole esa mirada que mi hermana no parece advertir y que me hace tanto daño.
Ese día solamente la miró así una vez, justo cuando mi hermana encendía las velitas, apenas un segundo antes de bajar los ojos y decir como el niño bien educado que es: “Muy linda la torta, mamá” y Juanita aprobó también y Mario Panzani. Yo había puesto el cuchillo largo para que Boby cortara la torta y en ese momento sobre todo lo vigilé, desde la otra punta de la mesa, pero Boby estaba tan contento con la torta que apenas la miró así a mi hermana y se concentró en la tarea de cortar las tajadas bien igualitas y repartirlas.
“Vos la primera mamá”, dijo Boby dándole su tajada, y después a Juanita y a mí, porque primero las damas. Enseguida se fueron al patio para seguir jugando, salvo Mario Panzani que tenía al padre enfermo, pero antes Boby le dijo de nuevo a mi hermana que la torta estaba muy rica, y a mí vino corriendo y me saltó al pescuezo para darme uno de sus besos húmedos. “Qué  lindo el trencito, tía”, y por la noche se me trepó a las rodillas para confiarme el gran secreto: “Ahora tengo ocho años, sabes, tía”.


Julio Cortázar, Cuentos completos 2: En nombre de Boby, Alfaguara,  México, 1977.

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